UN DESTINO SIN ROSTRO
Capítulo 5
Una
semana más tarde.
Eran
las 10 de la mañana del lunes y el aeropuerto gozaba de una relativa
tranquilidad. Era temporada baja y la mayoría de los que viajaban a México en
ese momento lo hacían por causas de negocio.
Mauricio
Millet había llegado desde muy temprano al aeropuerto acompañado de dos
escoltas. No había querido despertar a su esposa, pues llevaba unas semanas de
un humor insoportable y no le apetecía discutir con ella esa mañana.
En
ocasiones el político se preguntaba si habría actuado correctamente rompiendo
su familia por enamorarse de otra mujer. Pero entonces la miraba y se daba
cuenta de que no había habido otra
opción, la amaba. Nunca había sentido algo así por nadie y estaba convencido de
que nunca lo iba a volver a sentir. Y aunque se culpaba por no haber visto
crecer a su pequeña, sabía que el único lugar que el destino tenía reservado
para él eran los brazos de Alexia.
Mauricio
miró el enorme panel de llegadas que colgaba del techo. Hacía dos años que no veía a su hija y lo más que quería en
el mundo era abrazarla.
-Ya
debe estar al llegar- sonrió el señor Millet muy emocionado, y sacando una foto
de su cartera se la mostró a uno de sus escoltas- ¿No es hermosa mi niña?
-
Muy bella señor- asintió el guardaespaldas.
-
Señor le llama su esposa- dijo el otro escolta- dice que lleva horas tratando
de ponerse en contacto con usted, pero tiene el celular desconectado.
-Ahhh
cierto, olvidé cargarlo anoche…- dijo Mauricio- pásamela.
-Hola
amor, ¿qué pasó?- dijo Mauricio al ponerse al teléfono.
-
Llevo dos horas tratando de hablar contigo. Te fuiste sin despedirte, que
considerado de tu parte…- contestó Alexia muy enfadada.- Te valgo madre ¿no?
-Anda
cariño… no empecemos ¿quieres?- trató de calmarla- sabías que llegaba Miranda
esta mañana.
-Ahh
sí la dichosa escuincla como olvidarlo…- gruñó ella- Me tienes harta Mauricio…
¿sabes qué? Que te caliente la cama tu hijita…
-¡Por
dios! Estás loca ¿o qué te pasa?- Mauricio se indignó al escuchar a su esposa-
¡esos celos tuyos son enfermizos! ¡Es mi hija!
-
¡Qué les zurzan!- Alexia estaba como loca.
-
Mira Alexia, escúchame bien. Ahora me toca hablar a mí. He sido muy benevolente
contigo porque te quiero. Te he permitido demasiado durante estos años. Pero
más te vale llevarte bien con mi hija.- Le advirtió- No me hagas escoger entre
tú y ella, porque creo que no te gustaría la elección.
-
No quiero perderte- sollozó ella, ya no parecía enfadada sino más bien
asustada, su voz se escuchaba temblorosa.- Te amo.
-Pues
ya sabes lo que tienes que hacer- respondió Mauricio algo confuso por la
reacción de su esposa.- Hablamos en casa.- dijo colgando el teléfono.
-Su
esposa parecía enojada- se atrevió a pronunciar uno de los guardias.
-Lo
estaba.- contestó él- a veces me desconcierta.
-¡Señor
ahí viene!- dijo el otro guarura de repente.
-¡Miranda!
¡Hija mía!- exclamó Mauricio muy contento, acercándose a su hija- ¡Ven a darme
un abrazo!
-¡Papá!
¡Qué ganas tenía de verte!- dijo Miranda soltando las maletas y corriendo hacia
sus brazos.
-Mi niña… ya eres toda una mujer- dijo el
padre orgulloso mientras la abrazaba.
------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Los
exuberantes decorados del palacio del faraón relucían como el oro bajo la luz
de los grandes focos. El set ya estaba preparado y los trabajadores de los
sueños habían comenzado a ocupar sus puestos. Cámaras, microfonistas y técnicos
ultimaban detalles mientras los directores sentados en sus butacas discutían la
coordinación del arte y la técnica.
Alegría
y nerviosismo se mezclaban en el ambiente. Un nuevo proyecto era sinónimo
de ilusión pero también de miedos,
inquietudes, desconfianzas… En televisión, el éxito se debía a muchos factores,
pero entre ellos la suerte y el azar jugaban un papel protagónico. Por más
estudios estadísticos que se realizaran, nunca se podía conocer con certeza la
reacción del público, hasta que el producto salía al aire. Por eso la primera
jornada de rodaje siempre era un día de
incertidumbre, emociones y ensueño.
Poco
a poco, el elenco comenzó a desfilar por el set. Unos iban ataviados con largas
túnicas blancas y cubrían sus cabezas con lujosos tocados y adornos de vivos
colores, mientras otros aparecían rasurados y descalzos, luciendo toscos
faldellines.
El
guionista observaba ensimismado como sus personajes iban cobrando vida como si
de un hechizo se tratara. Llevaba más de veinte años trabajando en televisión y
no cambiaba por nada del mundo la emoción de ese segundo mágico en el que
realidad y ficción se daban la mano por vez primera.
A
David aun no le tocaba rodar hasta el día siguiente, pero no quería perderse la
apertura de tan majestuoso proyecto.
-¡Buenos
días!- saludó David apareciendo en el set con dos botellas de champagne.- esto
merece un brindis…
-¿A
estas horas? Son las diez de la mañana.-
dijo Óscar Manzano con arrogancia.
-¿Qué
pasa mi faraón? -bromeó el actor.- ¡No
sea usted aguafiestas!
-Anda
suelta eso… que ya habrá tiempo de celebraciones…- dijo Don Ángel.
De
pronto, Cora apareció en el set como un ángel rodeado de un halo de luz. La
actriz lucía un majestuoso vestido dorado que brillaba como el oro al
interceptar el fulgor de los focos. Todos quedaron atónitos ante tan imponente
aparición. Incluso la mirada de Cora parecía otra, una mirada profunda y
milenaria, dispuesta a revelar los más recónditos secretos, aquellos que aun
yacían ocultos en las pirámides y subsuelos de Gizé. Esos de los que solo el
Nilo había sido testigo… guardando su murmullo en las calmadas aguas para siempre.
-Co…
Cora… ¡¡te ves alucinante!!- Exclamó don Ángel rompiendo el fascinado silencio
que había acompañado a su entrada. La actriz lucía bellísima y el productor no
podía dejar de mirarla.
-Gracias-
contestó ella sonriendo, mientras se percataba de los pueriles intentos de
David por permanecer indiferente a su presencia.
David
estaba aturdido, miraba a Cora de reojo pero enseguida ponía una expresión
seria e impasible y enfocaba su atención en otro punto de la sala. Ya no sabía
que sentía por la actriz, por un lado continuaba encontrándola insoportable y desquiciante…
Sin embargo tras su última conversación había aflorado en él un extraño
sentimiento de culpa. Sabía perfectamente que se había excedido en lo que le
había dicho, pero no solo era por eso, ya que ella también había sido muy dura
con él en ese sentido. En realidad comenzaba a recriminarse por no haber hecho
nada en aquel momento crítico que aun tanto dolía a ambos. Si hubiera actuado-
pensó- otra sería hoy nuestra historia. Yo tendría a mi hermano, ella tal vez… ¡no!-
reprimió sus pensamientos. Él no podía haberla salvado de su destino, nadie
puede cambiar aquello que está escrito, lo que es es… no hay pasados ni
presentes alternativos… no tiene sentido hablar de “lo que pudo haber sido”
porque si no fue, ya no será nunca. Indudablemente
prefería persistir en su orgullo y pensar que la odiaba a sentirse culpable.
-¡Bueno
ya estamos todos!- exclamó Ricardo- ¡que comience la función!
Y la función comenzó. ¿O quizás solo fue el
continuar de un eterno espectáculo? Los apáticos guiñoles yacen sobre un
escenario dormido, rodeado de flashes, luces y aplausos pero vacío de
realidades y emociones. La gran agonía de ver pasar el tiempo al ritmo de una
claqueta cortante… viviendo vidas ajenas y recitando palabras aprendidas de un
viejo guión.
------------------------------------------------------------------------------------------------------------
-¿Cuánto
tiempo más voy a estar castigada? ¡Dime papá! Estoy harta…- dijo Lucía.
-
Hasta que aprendas a obedecer a tus padres señorita… ¡lo que hiciste fue una
auténtica locura!- le recordó su padre.
-
¡Ya me di cuenta! Tienes razón… Pero fue hace una semana, no puedo estar
castigada de por vida... por favor papi aunque sea devuélveme la computadora -
suplicó ella.
-
Esta bien, pero me tienes que prometer que no vas a volver a hacer algo así…-
cedió él.
Lucía
se fijó en el ojeroso rostro de su padre, parecía no haber dormido en años.
Además sus ojos enrojecidos y tristes delataban que había estado llorando.
-¿Qué
te ocurre papá? ¿Te encuentras bien?- preguntó la joven muy preocupada. Estaba
convencida de que sus preocupaciones tendrían que ver con su madre. La relación
iba cada día peor entre ellos, hasta el punto en que la convivencia se había
hecho insoportable. Había escuchado varias veces a su madre amenazar con
marcharse para siempre. A Lucía esto le afectaba terriblemente, nunca se había
sentido muy querida por su madre pero no deseaba perderla por nada del mundo.
La idea de su abandono se hacía frecuente en sus pesadillas y a menudo se
levantaba en las noches para comprobar que ella seguía ahí.
-No
pasa nada cariño, problemillas sin importancia.- dijo sentándose a su lado y
acariciando su pelo con ternura.
-
Papá, ¿sabes qué? Te amo.- le dijo Lucía abrazándolo.
De
pronto sonó el teléfono. Lucía sintió un nudo en el estómago, como un mal
presentimiento. -¡Papá no contestes!- estuvo a punto de gritar la muchacha.
Pero ya era demasiado tarde… la expresión descompuesta en el rostro de su padre
le dio anuncio de una de las peores noticias que recibiría en su vida.
Alejandro
Pomari colgó el teléfono y se quedó de pie inmóvil mirando el aparato como si
de un ente fantasmagórico se tratara. Lucía miraba a su padre inquieta sin
atreverse a preguntar. Un frío helado recorría sus huesos y sentía que litros
de lágrimas ardientes se acumulaban en sus ojos causándole un gran dolor de
cabeza, mientras esperaba el mortal susurro de su padre.
-
Lucía, mamá… mamá ha tenido un accidente.- pronunció Alejandro.- Ella… ella
está muerta.
-
No ¡eso no es verdad!- Gritó Lucía.
-
Si lo es mi amor…- respondió él.- Mamá ha muerto.
-¿Por
qué me mientes así papá? ¿Por qué?- Lucía estaba en shock.
-
Hija, no te estoy mintiendo… sé que es muy difícil pero hay que aceptar la verdad… - dijo su
padre.
-¡No!
tu me estas mintiendo, ¡cállate! ¡cállate!- gritó Lucía- ¿Por qué me quieres
hacer daño? ¿Por qué papá? Yo te quiero…
- Yo también te quiero mi amor, sabes que
nunca te haría daño… tú lo sabes…- Alejandro abrazó a su hija, y ella no pudo
contener el llanto más.- Ea mi niña… todo va a estar bien… te lo prometo.
------------------------------------------------------------------------------------------------------------
-
¡Ya estamos en casa!- anunció Don Mauricio al entrar al hall.
Su
esposa que estaba en el salón se acercó de inmediato a recibirlo con un
apasionado beso, claramente premeditado. Con este gesto, cual muestra de
posesión, pretendía dejar claro su
dominio a la “intrusa”.
-Alexia…
te presento a mi hija Miranda…- logro decir el político una vez su esposa había
liberado sus labios.
Alexia
miró a la joven de arriba abajo sin mucho interés y después fingió una sonrisa.-
Bienvenida- dijo.
-
Ella es mi esposa hija. ¿A qué es bella?- dijo Mauricio orgulloso.
Miranda
trató de sonreír. La situación a parte de incómoda era bastante absurda. Su
padre se había convertido en un pelele ¿cómo era posible que estuviera presumiendo
de nueva esposa con ella?… cuando por culpa de esa “señorita” era que se había
roto su familia. Y además… ella… se notaba a la legua que era una arpía que le
había sorbido el seso. En el momento que se le había tirado encima a besarlo la
joven había sentido unas ganas enormes de vomitar. No podría soportar por nada
del mundo que hiciera eso de nuevo.
-¿Sabías
que el padre de Alexia es dueño de una televisora? Por ahí hasta consigues
conocer a tu adorado David.- Dijo el señor Millet tratando de captar la
atención de su hija quien no parecía muy entusiasmada con el encuentro.
-
Sí lo sabía… gracias papá, pero Pangea TV es la competencia de Teleocéanos… son
empresas rivales.- Le aclaró Miranda- No creo que me sirva de mucho…
-
Lo que seguro no sabes es que yo soy muy amiga de Cora Gurmendi… y tengo
entendido que va a protagonizar junto a Belmonte.- Dijo Alexia con una fingida
amabilidad.
Mauricio
se percató al instante de que su esposa estaba comenzando a perder los nervios y
como sabía que su paciencia era bastante limitada decidió intervenir.
-Bueno,
ya… muy interesante… pero los temas de la farándula me aburren como no se
imaginan… -dijo poniendo fin a la conversación- Miranda, vete subiendo para que
acomodes las cosas en tu habitación… ahora le aviso a Martina para que suba a
ayudarte.
Las dos mujeres cruzaron entonces una mirada
desafiante que anunciaba el principio de una guerra. Miranda no era una chica
precisamente sumisa y no estaba dispuesta a dejarse intimidar por esa
“mujerzuela”… Por su parte, Alexia
profundamente celosa y con un carácter duro, irritable y dominante… había
decidido demostrarle a esa chiquilla insolente quien era la dueña y señora de
la casa.
------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Eran
las seis de la tarde en la ciudad de México y había finalizado el primer día de
rodaje.
Como
si de un reflejo del pasado se tratara, Cora limpiaba su rostro frente un gran
espejo rodeado de decenas de bombillas. Sin embargo su camerino ya no era el pequeño
cubículo gris que en su día habría alojado a la joven inexperta, sino que más
bien parecía el de toda una reina. A pesar de haber sido un duro día de
trabajo, Cora se sentía aun con mucha energía. Todo había salido de maravilla y
eso la tenía de muy buen humor. Optimista, pensaba en el éxito que tendría el
nuevo proyecto, mientras se esmeraba por borrar el tradicional Kohl egipcio de
sus grandes ojos azules.
De
pronto alguien llamó a la puerta.
-¿Quién
es?- dijo Cora.
-
¡Soy yo!- contestó Don Ángel desde el otro lado de la puerta- ¿puedo pasar
hermosa?
-
Pase- dijo Cora encogiéndose de hombros. Hacía mucho tiempo que Don Ángel no
pisaba su camerino.
-
Cora… ¡hoy has estado espectacular!- exclamó su jefe mientras entraba en el
camerino.
- Gracias- Contestó Cora un poco aturdida.
-¿Te
apetecería acompañarme a cenar esta noche?- Propuso Don Ángel de pronto.
Cora,
desconcertada por la invitación, alzó la vista y descubrió horrorizada que su jefe la miraba de forma
indecorosa. Hacía más de veinte años que el señor Salazar no la miraba así. Un
nudo se formó en su estómago y un escalofrío recorrió su cuerpo avivando un
resentimiento dormido en el interior de su alma.
-No
puedo… - alcanzó a pronunciar Cora.
-Insisto.
Recuerdas el hotel “Radisson Paraíso” en el periférico sur ¿no es cierto? Nos
vemos allí a las 10.- decretó Don Ángel.
-
Pero… yo…- Murmuró Cora pálida como un papel. Ese había sido el lugar de los múltiples
y repulsivos encuentros que había tenido con ese hombre durante su juventud.
-
Anda niña ¡no seas majadera!... Lo dicho y ¡ponte guapa!- exclamó Don Ángel,
antes de salir del camerino y cerrar la puerta con brusquedad. No le gustaba
que le llevaran la contraria.
Cora se quedó inmóvil, congelada por la
impresión… Tiritando de miedo y de rabia, se miró en el espejo; No había
derramado una sola lágrima, ni tenía la intención de hacerlo. Sin embargo, su
corazón se ahogaba en llanto y la joven inocente que una vez fue se retorcía de
dolor en su interior nublando su vista y desgarrando su pecho. Esa noche
viviría de nuevo su mayor pesadilla. Había llegado a un punto en su vida en el
que ya casi no le afectaba tener que complacer a cuanto hombre poderoso se le
paraba enfrente. No obstante, el caso de Don Ángel era distinto; Cada vez que
había estado con él se le había revuelto la vida. Después de tantos años de
liberación volver a esa prisión de odio camuflado en caricias era para ella la
mayor de las torturas.
------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Comenzaba
ya a anochecer y la casa de los Pomari se hallaba en el solemne silencio propio
de los duelos. El féretro de la madre yacía en el centro del salón. Tan solo un
par de vecinos se habían acercado a velarlo. El matrimonio no había tenido
nunca muchos amigos por lo que todas las celebraciones y acontecimientos acostumbraban
a ser bastante solitarios.
Lucía
estaba acurrucada en el suelo, junto al ataúd de su madre, llorando
desconsoladamente y culpándose una y mil veces por cada vez que no se había
comportado suficientemente bien con ella.
-Mamá,
perdóname por favor- suplicaba la joven entre lágrimas- ¡vuelve! ¡No nos dejes!
Te necesitamos… ¡Quiero darte un abrazo! No pude despedirme de ti ni decirte
cuanto te amo…
-Ella
ya lo sabía, puedes estar segura Lucía- pronunció una voz grave a su espalda.
-
¿Qué haces aquí? Vete.- Dijo Lucía con dureza al reconocer la voz de su
padrino.
-
Yo… quería decirte… que lo siento mucho pequeña.- Dijo Don Ángel acariciando su
hombro.
-
Ahora no quiero verte.- Dijo ella- Lo siento pero no puedo confiar en ti. Tengo
muchas preguntas que hacerte… pero como comprenderás este no es el momento.
-
Te refieres al encuentro que tuvimos el otro día ¿no?- adivinó Don Ángel- ¿Qué
hacías en la televisora Lucía?
-
No… la pregunta es ¿qué hacías tú ahí? ¿Cuándo pensabas decirme que tu
verdadero nombre es Ángel Salazar y que eres el dueño de la televisora más
poderosa de México?- Le reprochó Lucía.- No quiero hablar ahora ¿entiendes?
Vete.
Don Ángel hizo un gesto de aceptación con la
cabeza y se alejó de la muchacha para ir a darle el pésame a su padre. Lucía se
quedó inmóvil, inmersa en su dolor, contemplando la fría caja.
------------------------------------------------------------------------------------------------------------
-Anda
¡confiesa! ¿Qué te pareció la Gurmendi? Una digna reina del Nilo ¿No crees?-
preguntó Ricardo divertido.
-
Nada del otro mundo- Dijo David con un aire de superioridad- Nunca he dicho que
fuera fea. Además, maquillaje y vestuario hacen mucho.
-
David, ¡no seas orgulloso! Esa no te la crees ni tú… ¡Te la pasaste
boquiabierto toda la mañana! Casi te tuve que limpiar la baba- rió el joven
director.- Te gusta ¿no es cierto?
-
¿Qué qué? ¡Ahora si te volviste loco!- rugió David muy molesto.- No me gusta
¡claro que no me gusta! Es más… ¡la detesto! Tú lo sabes. ¡No sé por qué
demonios haces una pregunta tan ridícula!
-
Eyyyyy David cálmate… de que humor estamos hoy…- vaciló Ricardo.- Parece que he
dado con tu punto flaco. Eso quiere decir que algo hay, si no nunca hubieses
reaccionado de esa manera.
-Deja
de insinuar esas cosas si no quieres que mi puño le haga una visita poco
amistosa a tus dientes ¿oíste?- amenazó el actor.
-Pffff
en serio David… no se puede tratar contigo… a ver si aprendemos a ser más
civilizados…- suspiró Ricardo.- Sabes que a mí me lo puedes contar todo. Soy tu
paño de lágrimas… y te confieso: me encanta el chisme.
-
¡Cállate imbécil!- Gritó David irritado.
-
Bahhh no sé ni por qué te pregunté, si sabía que nunca aceptarías que la
Gurmendi te interesa.- dijo Ricky.
-
Mira, como está visto que eres bruto y nunca vas a comprender… mejor cambiamos
de tema ¿sí?- Dijo David con resignación.
-
Como quieras.- Ricardo se encogió de hombros.- ¿de qué quieres hablar?
-
Pues del rodaje ¿cómo va todo? Yo me fui a las 12 y no sé qué tan productivo
resultó el día…- dijo David.- ¿Alguna novedad?
-
Parece que todo marcha sobre ruedas, ahora están trabajando en la edición de
las primeras escenas.- Le informó Ricardo.- Y pues nada… muy buen ambiente,
optimismo, ilusión, buena vibra entre compañeros…
-
Estupendo.- Dijo David satisfecho.
-
Parece que va a ser un rodaje tranquilo… lástima por la prensa que no tendrá
mucho chisme de donde sacar…- dijo Ricardo- aunque… claro está que de eso nos
cercioraremos mañana. Aun quedan por encajar las dos piezas más importantes…
-
¿Qué insinúas?- dijo David levantando una ceja.
-
Nada… solo que medio mundo espera al día de mañana para comprobar la química de
los protagonistas…- le contestó Ricardo- de ello depende en gran parte el éxito
de la novela.
-
Uhhg… ya me había olvidado que mañana me tocaba rodar con ella…- dijo David con
fingido desagrado- Bueno, tratare de poner todo de mi parte para que haya paz.
-
¿Te contó Don Ángel cual va a ser vuestra primera escena juntos?- Preguntó
Ricardo con sarcasmo.
-
Pues la verdad es que no… me dio los textos de esta semana para que fuera
leyéndolos… pero no tengo ni idea del orden en que grabaremos.- dijo David.-
¿Por qué? ¿Tú sabes algo?
-
No, nada… nada.- Ricardo se llevó la mano a la boca para tratar de contener la
risa.
-
Sí… tú sabes algo, y me lo vas a decir en este mismo momento.- Exigió David.
-
Bueno… Está bien.- Cedió Ricky.- Digamos que tu primera escena con ella va a
ser bastante… picante. Así como para romper el hielo y limar asperezas desde el
primer momento.
-
¿Estás hablando en serio?- Preguntó David con una mueca- lo que me faltaba.
Esto es cosa de mi adorado padrino…
-
¿Entonces qué? ¿Preparado para ver a la Gurmendi en acción?- se burló su amigo.
- Qué gracioso tú…- contestó él moviendo la
cabeza de un lado a otro con gesto resignado.
------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Eran
las 10 y media de la noche cuando Cora llegó al hotel “Radisson Paraíso” en
taxi y con la cabeza cubierta por un largo pañuelo, que se ceñía a su cuello,
para no ser reconocida. Había salido de casa sin escolta y sin habérselo dicho
a nadie, ni siquiera a su madre quien acostumbraba a dormir muy temprano. No
sabía si actuaba por miedo o por vergüenza… el hecho era que no deseaba que
nadie se enterara de que pasaría esa noche con Don Ángel.
Al
llegar al mostrador de la recepción Cora descubrió su rostro para poder ser
identificada por la empleada del hotel.
-Disculpe
señorita… ¿ha pasado el señor Don Ángel
Salazar al comedor?- preguntó.
-
Cora Gurmendi ¿No es cierto?- preguntó la recepcionista.- El señor me pidió que
le diera el duplicado de la llave de la Suite cuando llegara. Parece que lleva
media hora esperándola.
-
Que extraño… me había dicho que íbamos a cenar.- Susurró Cora.
La
empleada la miró de arriba abajo y sonrió con picardía.
-Puede
que hayan llevado la cena a la suite señora.- dijo.- aquí tiene la llave, es la
suite número veinticinco… la encontrará subiendo por esas escaleras, luego
tuerza a mano derecha y después…
-
No se moleste… sé dónde queda.- Dijo Cora volviendo a cubrir su rostro con el
pañuelo. Obviamente sabía donde quedaba esa suite, era la preferida de Don
Ángel, siempre que había ido a ese hotel se había quedado en la misma.
La
actriz ascendió por las escaleras en silencio. Llevaba un vestido negro muy
chic; de manga larga y espalda descubierta. Su largo cabello sobresalía por
debajo del pañuelo y caía en ondas sobre sus hombros. Unos zapatos de tacón
alto con plataforma delantera y unos finos aretes de oro blanco daban el último
toque a su elegante look.
Cora
se detuvo frente a la entrada de la suite. Titubeó un segundo y al fin llamo a la puerta.
-Pasa,
está abierta.- Dijo Don Ángel desde el otro lado.
Cora
obedeció.
-Pensaba
que íbamos a ir a cenar.- Dijo Cora.
-
Llegas media hora tarde- le reprochó su jefe.- vamos a cenar aquí, ya la mesa está
servida.
Cora
inspeccionó la suite. En efecto, sobre la mesa había varias bandejas con sus
cubiertas plateadas y, en el centro, un jarrón con rosas rojas y un candelabro.
-
He ordenado marisco y trucha de río- dijo Don Ángel, tomando en sus manos el
pañuelo de Cora.- Estás hermosa.
Cora
no contestó.
-Pero
bueno, siéntate por favor… vamos a cenar, que se enfría- Dijo Don Ángel. Estaba
tratándola con excesiva cordialidad y eso la tenía aturdida.
Don
Ángel trató en todo momento de entablar conversación con la actriz. Pero ella
permaneció callada, con la mirada fija en su plato, y asintiendo con la cabeza
sin mucho entusiasmo. Una vez finalizada la cena Don Ángel abrió una botella de
champagne francés e invitó a Cora a sentarse con él en el sofá.
-Aunque
al principio no estuve conforme, ahora estoy muy contento de que el protagónico
de la novela haya caído en tus manos.- Dijo Don Ángel ofreciéndole una copa.- Nunca
pensé que te fuera a quedar tan bien el papel, estoy impresionado. En verdad
eres una actriz en mayúsculas.
-
Gracias, le dije que podía confiar en mí para esto.- Le contestó Cora.
-
Cora…- Dijo Don Ángel cambiando de tono.- Sabes que mi esposa falleció hace ya
más de un año ¿verdad?
-
Sí, y lo lamento.- contestó ella.
-
Desde que me casé con ella nunca volví a estar con otra mujer, ni siquiera cuando
enfermó y ya no podía brindarme la compañía que un hombre necesita…- Dijo él
con nostalgia- Tu misma eres testigo de cuanto la amaba.
-
Me consta.- Respondió ella. No sabía porque Don Ángel le estaba contando esas
cosas a ella. En efecto, desde que se casó con la señora Salazar nunca más
volvió a buscarla. Su boda había supuesto para ella una gran liberación, sin
embargo, también había coincidido con un trágico acontecimiento en su vida que
prefería no recordar.
-
He guardado el luto por un año. Pero me siento tan solo Cora…- prosiguió su
jefe.- Yo… hoy cuando te vi… recordé nuestros buenos momentos en el pasado.
Cora
se dio la vuelta rápidamente.- ¿Buenos momentos? ¿Buenos momentos?- estaba conteniéndose
para no estallar de la rabia y el odio.- ¿A caso ese hombre no se acordaba de
lo que le hizo cuando era apenas una niña?
-Tal
vez estás molesta conmigo… al fin y al cabo no me porte muy bien contigo al
terminar nuestra relación de esa forma….- dijo Don Ángel.- Eras tan joven…
nadie hubiera entendido que estuviéramos juntos. Yo no me podía permitir un
escándalo al comienzo de mi carrera política. Además, Adriana era la mujer
ideal para un hombre de mi edad y mi condición…
-No
tiene que darme explicaciones.- Dijo Cora. ¿Molesta? Esa decisión había sido la
mejor noticia de su vida. Ella siempre lo había odiado, por más que intento olvidar
y perdonarle para no sufrir tanto, nunca lo logró.
-
¿No crees que aún estamos a tiempo de revivir el pasado mi reina?- preguntó al
fin Don Ángel.
Cora
no contestó, sabía que era inútil… dijera lo que dijera, la tenía en sus manos.
Trabajaba para él desde niña y a su edad ya no era fácil comenzar de cero en
otra empresa.
-Cora,
eres tan bella…- dijo Don Ángel, acariciando su espalda descubierta.
La
actriz se estremeció al sentir sus frías y huesudas manos sobre su piel. Cerró
los ojos y tragó saliva. Don Ángel la estrechó fuertemente entre sus brazos y
comenzó a besar su cuello.
-¡Espera!
¡No!- Dijo Cora, que no pudo contenerse, cuando él deslizó su mano por el interior de su vestido.
-
¿Qué te pasa?- Preguntó su jefe.
-
Yo no puedo…- pronunció la actriz.- Yo amo a otro hombre…
-
¿Ah sí?- Preguntó Don Ángel entre molesto y sorprendido; le constaba que Cora
nunca se había enamorado de nadie.- ¿A quién?
-
Yo amo… yo amo a…- Cora no sabía que decir, obviamente estaba mintiendo.
-
¿A quién?- volvió a preguntar Don Ángel, esta vez en un tono mucho más severo.
-
A David.- mintió la actriz.- Amo a su ahijado.
-
Eso es mentira.- Dijo su jefe riéndose.- Ustedes se detestan, y de eso tengo la certeza.
-
Juro que es verdad.- volvió a mentir Cora.
-
En cualquier caso, no es amor lo que espero de ti.- Dijo Don Ángel.- El amor no
es necesario para esto, pero eso tú lo sabes de sobra. Podría decirse que eres
experta.
Cora
calló de nuevo, pero en sus ojos se reflejaba el fuego del odio y la venganza.
Don Ángel la pegó a su cuerpo y comenzó a quitarle la ropa.
-No-
volvió a decir la actriz.
-
¿No qué?- preguntó él amenazante.
-Prefiero hacerlo yo misma.- pronunció la
actriz. Acto seguido tomó aire y cerrando los ojos empezó a desabrocharse el
vestido.
El triunfo se reflejó en la mirada de Don
Ángel.
Tras dos horas de tormento el hombre se quedó dormido.
Cora, sin embargo, no podía pegar ojo. Tumbada en la cama y rodeada aún por el
cuerpo de esa bestia miraba al techo. Se sentía más vacía y muerta que nunca.
Tocó su rostro no había derramado una sola lágrima y vaya que deseaba hacerlo.
Cora se zafó de entre los brazos de su jefe y
consiguió levantarse de la cama para ir al baño. Cuando llegó, lo primero que
hizo fue mirarse al espejo; lo hacía muy a menudo. Su faz no reflejaba nada…
era completamente indolente y eso le causaba terror. Su maquillaje seguía perfecto
e impoluto a pesar de las horas y los disgustos. No podía llorar y eso la tenía
desesperada. Abrió el grifo y mojó su mano dejando caer gotas de agua por sus
ojos a modo de lágrimas. El rímel de sus pestañas cedió al fin deslizándose y
manchando sus párpados y la parte superior de sus pómulos. Cora sonrió satisfecha,
pero al momento se dejó caer sobre las rodillas en el suelo del baño y aferrada
al lavabo comenzó a devolver.
Don Ángel la escuchó y se despertó.
-Cora ¿estás bien?- preguntó levantándose para
ir a ver qué sucedía. Pero se detuvo al escuchar el timbre de su celular. Tenía
un mensaje nuevo de un número desconocido.
<<Se lo qué le hiciste a mi padre, y te
juro que lo vas a pagar muy caro>>.- Leyó, con el rostro desencajado.
CONTINUARÁ…